Novelas Plurales

Novelas Plurales: La alambrada, Olga y la ciudad, Actores sin papel, Noticias del fin del mundo.

«Mientras algunos se obstinan en destruir, unos pocos nos empeñamos en seguir creando»

29 de mayo de 2013

Cien aforismos sobre literatura

Cien aforismos sobre literatura


La mitad del valor de un buen libro depende de un buen lector.

Una voz se afina con otra voz.

La escritura es un acto solitario: aprende a estar solo.

Una buena novela es un estado mental.

La pedantería, la afectación, el cultismo innecesario, las expresiones alambicadas y farragosas, la altisonancia, son síntomas de una cultura literaria hecha más para el autobombo que para comunicar, más para deslumbrar que para aclarar, más para el prestigio que para la belleza, más para imponer que para persuadir.

Los libros sagrados de la civilización griega no fueron escritos por dioses, sino por hombres.

Una metáfora, como un abrazo, como una lucha cuerpo a cuerpo.

El estilo tiene que ser preciso, por la misma razón que el martillo debe ser duro.

Una sola incorrección gramatical de Pío Baroja tiene más fuerza expresiva que toda la esforzada prosa de sus detractores.

No hay estética que pueda levantarse si se apoya en el aburrimiento del lector.

Solicitamos asilo cultural en la democracia posible.

Si dudas ante la página en blanco, escribe las dudas.

Quien siembra prejuicios no recoge entendimiento.

La novela nació de una conciencia crítica de la realidad, y con ella morirá.

Breve historia de la cultura española (con paréntesis): el Tribunal de la Inquisición, la Censura Gubernativa, la Exclusión Corporativa.

El realismo, los realismos fueron, son y serán la piedra de toque de la gran novela; unas veces para acercarse, y otras, para alejarse.

Cuando una tendencia literaria se postula como dogma, se hace odiosa.

Un libro escrito con descuido, editado con descuido, no es un libro más, sino un libro menos.

La nueva escritura vuelve a unir fondo y forma.

En la lectura de la gran novela, la palabra se hace transparente.

Si se puede decir de otro modo, quizá no hayas dicho lo que hay que decir.

Se aprende más de una crítica aviesa que de un elogio condescendiente: el segundo te adormece, la primera te incita.

Que en tus escritos resuene tu mundo, tu tiempo.

Lo plural no nace de la suma ni de lo fragmentario ni de las perspectivas particulares, sino de su mestizaje.

Ni las academias ni las consignas inspiran: sólo la experiencia, el pensamiento, el estilo, la indagación libre, el propósito de levantar una obra y entregársela al lector.

Para levantar un personaje, tendrás que renunciar a tus prejuicios.

Lo farragoso no es ni inteligente ni complejo, sino farragoso.

Entretener es una condición de la buena novela (pero no la única).

Ninguna gran novela se ha construido ni se construirá nunca en el solar de un lector que bosteza.

Desde Don Quijote, las letras españolas son una república, la República de las Letras.

El diálogo sigue siendo la mejor gimnasia del intelecto.

Si renaciera Larra ciento una veces y no se suicidara, cien veces lo matarían.

Lo bello y lo verdadero se hallan más cerca de lo proporcionado que de lo imponente.

La mayor ventaja y el mayor inconveniente de ser un pensador libre son lo mismo: que tu opinión no interesa a casi nadie.

Una mente infinita no necesitaría categorizar la realidad.

¿Cómo sería una obra escrita con la sombra de un puñal a la espalda? Desde luego, no Las mil y una noches.

La literatura precisa de una crítica informada, culta y exigente, atrevida e incorruptible, inteligente, orgullosa de su papel, reconocida por él.

Para no traicionarse a sí mismo, el artista genuino optó por lo minoritario.

Quien se define por lo que niega, nunca se afirma.

Radical: de raíz. Sinónimos: genuino, profundo. Antónimos: vano, superficial.

La ciencia aspira al promedio y lo representativo, la literatura se acerca a lo singular y lo único.

Cuántos egos destruidos para siempre por las falsas expectativas despertadas en una sola tarde de adulación.

No hay creatividad que no se sienta atraída por el vacío.

“Si quieres que dejen de pensar, pulveriza, revuelve y bate su lenguaje hasta que ninguna idea brille en él”.

Cuando usamos mal las palabras, pensamos mal.

A veces elevamos la voz al argumentar nuestra postura para no tomarnos la molestia de argumentar mejor.

Las batallas más feroces se entablan dentro de uno mismo.

Aviso para un escritor cachorro: antes de comprometerte, asegúrate de que tienen la libertad del intelecto en tal alta estima como tú.

¿Dónde están los poetas, los músicos, los artistas y los pensadores de esta revolución? ¿Lo somos todos un poco? ¿O no lo somos ninguno?

Confundía el fardo de la cultura con la claridad de la inteligencia.

Caminé por el lenguaje como un bebé ciego a gatas por un mundo nuevo.

Para que el pensamiento resuene, afina primero las palabras.

Serías un escritor idiota si pretendieras instituirte en un oráculo, porque por la boca de los oráculos se expresan los dioses.

Al definirse por su número de lectores, se estaba retratando. 

¿El mayor vicio de nuestras letras? Más que un vicio, un problema: la organización corporativa de la industria cultural.

Quien se cierra a aprender de los demás, se baña a diario en su vanidad.

¿Español o castellano? Español o castellano.

“¡No son éstos tiempos para la bohemia!”, se disculpó el artista publicitario, levitando.

A la emoción, el juego; al sentimiento, el arte; al pensamiento, el debate; al cuerpo, el ejercicio.

Aprendió a desdeñar toda crítica y todo elogio que no fueran sentidos, verdaderos y ponderados al mismo tiempo. 

Aviso para aspirantes a escritores: parece cumplirse que para que te alaben en tu funeral, tienen que haberte o denigrado o silenciado a diario, y para que se olviden de ti tras la muerte, haberte ensalzado en vida.

Cuando entendamos del todo que nosotros, los escritores de vocación, estamos en un mundo distinto, en otro universo cultural, empezaremos a urbanizarlo con nuevas reglas.

Entre las mayores virtudes del arte, se encuentra su capacidad para afinar nuestros sentidos y disponer nuestra mente para el entendimiento y el gozo de la vida.

A la mente despierta la nutren tanto las cosas inteligentes como las tonterías.

Cuando los personajes y sus hechos se apropien de ti para contar su historia, nacerá la novela.

Cuidado, pensador, con las metáforas.

El pensador explorador estaba cansado de tener que reabrir a machetazos cada primavera la misma trocha entre la maleza.

La libertad baila en la tierra firme de la rutina y en ningún otro sitio.

Dedica cada día quince minutos a pensar con un lapicero en la mano y un papel en blanco.

El analfabeto del futuro será el incapaz de relacionar los fragmentos de información para armar un orden subjetivo.

El analfabeto volitivo ha renunciado a leer buenos libros.

El artista sabe afinar el martillo del ruido.

Admitamos la angustia de que nada sabemos bien, tampoco quiénes somos.

El autocomplaciente suele valorarse por lo que pretende y no por lo que hace, por lo que piensa y no por lo que dice, por lo que anhela y no por lo que logra.

Algunos escriben peor que hablan: más oscuros, retorcidos y pretenciosos, y a esto lo llaman “literatura”.

El gusto por la claridad y la exactitud anima el núcleo de la buena literatura.

El intelectual que no resulta incómodo, o ve poco, o piensa poco, o se autocensura.

Al ensalzar una película torpe, se destruye el cine. Al ensalzar una interpretación desafinada, se destruye la música. Al ensalzar un poema sin verbo, se destruye la poesía. Al ensalzar una narración farragosa y vacua, se destruye la novela. Al ensalzar un argumento ideológico, se destruye el pensamiento. Al ensalzar lo estúpido, lo tosco y lo dócil, se ponen cadenas al desarrollo de la inteligencia, la sensibilidad y el espíritu crítico.

El lector huele, en tu pretensión, la huella de tus complejos.

El pedante se empeña en escribir sin soltar el fardo de sus complejos. 

El verdadero acto creativo se inicia con la ruptura de las normas y se realiza con la plasmación de normas propias. Esta norma es el estilo. En arte, la ausencia de normas no es libertad creativa, sino carencia de estilo.

En literatura de ficción, la verdad está en el estilo. 

En una docena de palabras, qué fácil es caer en la grandilocuencia. 

Era una gran autobiografía: casi una forma de llorar por lo que fue y no debió haber sido, por lo que no fue y debió ser, y por lo que felizmente fue.

Érase una vez un rey enano que ordenó cortar las piernas de sus cortesanos.

Escribir nuestras opiniones vale la pena si nos expresamos con más claridad y mesura que hablando.

Esta frase ha mutado cien veces antes de afirmarse.

Hay que narrar lo ficticio con la viveza de lo verdadero y la veracidad de lo vivido.

Huye del elogio desmesurado como de la crítica ladina.

Ignoramos si se arrogaba la posesión de la verdad para no exponerse en el debate, o si no debatía para seguir creyéndose en posesión de la verdad.

Igual que conversamos con una persona con la que no estamos por completo de acuerdo, también podemos leer un libro que en muchos aspectos nos disgusta. De sus errores se aprende tanto como de sus aciertos.

El escritor con autoestima crece con el bocado de cada crítica negativa.

La censura corporativa opera por exclusión del disidente demócrata.

La claque hizo tanto daño al teatro como la publicidad invasiva al cine y la unanimidad acrítica a la literatura. Cada éxito artístico sin debate es otra derrota de la cultura.

La constancia del riego diario y la disciplina de la paciencia para asistir al crecimiento de un árbol y al despliegue de una idea.

Entre lo verdadero y la verdad, escojo lo verdadero; entre lo bello y la belleza, lo bello; entre lo justo y la justicia, lo justo.

La impostura en la literatura se delata por un chirrido entre el qué se pretende decir y el qué se dice de hecho. 

La intolerancia contra el arte y la filosofía: la hez de la civilización.

El pensamiento genuino nos inquieta, las ideas nana acunan nuestros prejuicios. 

La lectura atenta de un libro extraordinario es una experiencia tan intensa y profunda que bien puede resultar decisiva en una biografía individual.

La medida de tu talento eres tú y las obras de aquellos cuyo talento admiras.

La obra de arte se consuma cuando se emancipa del modelo y del artista y establece un libre diálogo con el espectador. Al arte clásico le costaba emanciparse del modelo, mientras que el arte contemporáneo luce el nombre del artista como una etiqueta.

La provocación es al arte lo que el ketchup a la gastronomía.

La realidad es compleja y relacional. Para actuar en ella, precisamos un pensamiento complejo y relacional.

Las cosas algo bellas sufren con la explicación de su belleza; las cosas muy hermosas crecen a nuestros ojos.

Leer la realidad es relacionarla.

Lo bueno se tapa con lo mucho, y lo excelente con lo demasiado.

Cuando la cultura no reflexiona sobre sí misma, la civilización se embrutece y la ideología impera.

Lo empujaron y lo empujaron hacia la marginalidad hasta acabar por demostrar su talante marginal.

Lo que Dadá planteó como crítica, el vano lo transformó en apología y el idiota lo tomó por tótem que adorar.

Nada consuela tanto a una mente fatigada como un juego de palabras sugerente y fraudulento.

No hay mejor droga estimulante que un texto inteligente.

Para designar un "canon" de muchos títulos, de muchos nombres, ya existe la palabra "catálogo".

Para nosotros, los escritores demócratas, una crítica es una invitación al debate.

Polvo encima del polvo, literatura sin estilo.

Las cosas nunca son sencillas, sólo nuestras palabras deben serlo.

Hay que rescatar a la literatura del cuarto con olor a fenobarbital, de los despachos abiertos a largos corredores vacíos de suelo encerado, de la sala de juntas del grupo editorial con vistas a otro edificio de oficinas. Hay que devolverla a la aventura de vivir, al pensamiento libre y expuesto, al riesgo de intentar contar un pedazo de mundo, a la plaza empedrada por donde traquetea el tranvía del tiempo.

Que tu estilo, como el punzón de los antiguos griegos, sea ligero y ágil. 

El intelectual cibernauta vagará como un profeta sordo por un desierto plagado de profetas sordos.

La ironía tiene dos cabezas: con una parece invitarte a pensar, la otra no disimula su burla.

Quebró por falta de lectores la última revista de crítica de la cultura, otro síntoma de la degeneración de una cultura viva en una mera industria de la propaganda ideológica.

Queda la duda de si pensar bien nos ayuda a vivir mejor o si es el vivir bien lo que nos aclara la mente.

Quien espera el reconocimiento de un idiota se comporta como otro.

Reivindiquemos la narración del pluralismo y abandonemos los fragmentos inconexos de la vieja posmodernidad.

Si escribiera todo lo que pienso, tendría más seguidores y menos autoestima.

El placer de decir pocas cosas, para pocos, en voz baja.

Si los escritores tuviéramos presente que el lector debe recrear una obra, darle voz, ritmo, imágenes, dotando de cuerpo a cada palabra, seríamos más autoexigentes, más humildes.

Si te aplauden por expresar lo que piensas, quizás no hayas dicho lo que piensas o no hayas pensado lo suficiente.

Si un tema o un argumento no te satisface, ni te permite avanzar, ni señala una salida, guárdalo en un frasco con formol en el estante de las curiosidades.

Quienes critican una novela seria por su falta de humor o un libro humorístico por su falta de seriedad, expresan, más que sus gustos, su falta de gusto.

Sobre oes y aes: las vocales no tienen sexo.

Yo también creí en el éxito literario y lo deseé; ahora sólo creo en la inteligencia, la belleza y la emoción de las obras genuinas.

Soñó que algún día todas estas palabras flotarían como cáscaras vacías en un mar desierto.

También la confusión puede y debe escribirse con claridad, y lo complejo, con sencillez.

Temblemos ante la capacidad de los medios de comunicación de masas para construir un falso prestigio y hundir una reputación merecida.

Una verdad narrativa es una ficción bien contada.

Valoro más la estima de un buen lector que las medallas de los otros.

La lengua, como la comunidad humana que la usa, es una realidad cambiante, cuya vitalidad depende de superar sus crisis y aprender de ellas. 

Versos como cerezas, con forma, color y sabor.

El arribista integrado añoró la autonomía del creador genuino.

Un solo lector basta para que un libro se desperece.

Yo no escribo para un millón de lectores, ni para diez mil, ni para cien... yo escribo para ti.

Un buen aforismo es el peldaño que el lector pisa para subir.